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¿Por qué el padre Baraga es un santo?

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El Padre Baraga está en camino a la santidad en la Iglesia Católica, lo cual exige que una persona cumpla con los estándares de una gran reputación para ser reconocida como tal, además de otros requisitos. Cuando alguien recibe el título de santo, otros aspiran a vivir según su ejemplo, conectando con ellos a través de su vida. Por ello, esta página está dedicada a plasmar los valores que el Padre Baraga buscó difundir en el mundo, para que otros puedan seguir los pasos de este hombre tan merecedor del título de "Kitchitwa" o Santo. Continúe leyendo para conocer todas las virtudes del Padre Baraga. Haga clic abajo si desea acceder a la página para obtener más información sobre los requisitos para ser considerado santo en la Iglesia Católica.

 

Me complace ofrecer también estos conocimientos a los ojibwe, a quienes sirvió el padre Baraga, para que puedan ver el corazón del misionero que trabajó entre ellos y comprender cuánto les dio realmente durante su vida entre ellos.

El padre Baraga no solo enseñó el evangelio de Cristo, sino que vivió el evangelio de Cristo.

El padre Baraga comprendía lo que significaba cuidar de los más necesitados, es decir, atender a quienes más lo necesitaban. Los ojibwe, que sufrían grandes penurias a causa del gobierno y los comerciantes de pieles, quienes hacían todo lo posible por imponerse, necesitaban a alguien que los defendiera. El padre Baraga fue esa persona que abogó por ellos, que luchó por recuperar lo que el gobierno les había arrebatado, que trabajó para ayudarlos a establecerse en sus tierras y que utilizó el evangelio de Cristo para brindarles consuelo en tiempos tan difíciles. Su mensaje representaba la esencia del evangelio: paz y ayuda para los necesitados.

En el Evangelio dice: «Si alguien te pide tu túnica, dale también tu manto. Si alguien te pide que camines con él una milla, camina con él dos». Si algo resume los sacrificios que el Padre Baraga hizo para trabajar con los Ojibwe, estas Escrituras lo resumen a la perfección. Sin importar la hora a la que lo llamaran para trabajar con los Ojibwe, el Padre Baraga se levantaba y iba a ayudar, sin importar la distancia. A veces, se quedaba dormido y, de repente, oía que llamaban a la puerta y caminaba kilómetros y kilómetros para administrar la extremaunción a quien la necesitara.

Quedaban constancias de las dificultades que enfrentó por ser europeo, ya que los ojibwe estaban acostumbrados al clima de la región. Relató que, en una ocasión, durante sus largas caminatas, tuvo que dormir junto a una fogata para mantenerse caliente en invierno. Sus guías ojibwe se dormían plácidamente una vez que el fuego se apagaba, pues estaban acostumbrados al clima, pero él se despertaba temblando. Permanecía así hasta que reanudaban la marcha, momento en que el ejercicio le permitía entrar en calor. En 1846, el padre Baraga recorrió más de 965 kilómetros (600 millas) con raquetas de nieve para poder desplazarse de un lugar a otro y brindarles ayuda; solo así podría llegar a las diversas tribus con las que deseaba establecer contacto.


El padre Baraga enseñó que amar el evangelio consistía en vivir el evangelio.

Para el Padre Baraga, el evangelio no se limitaba a un servicio dominical, aunque este fuera importante para su aprendizaje. Él enseñaba que el evangelio era algo que se vivía. En una de sus primeras cartas como obispo, enfatizó la importancia de la oración diaria. Mencionó que si Dios se preocupa tanto por nosotros, ¿cómo no podemos dedicarle unos minutos de nuestra vida? También mencionó lo maravilloso que es poder acumular tesoros en el cielo sin ningún costo para nosotros... solo dedicación y la voluntad de orientar nuestras vidas hacia la vivencia de las palabras de Cristo. El evangelio era algo que acompañaba a la persona sin importar dónde viviera o qué hiciera.

El padre Baraga vivía según sus enseñanzas. Se levantaba cada día a las cuatro o cinco de la mañana para asegurarse de tener tiempo para orar. Oraba dondequiera que estuviera. Si se encontraba en un lugar concurrido, se apartaba a un rincón y oraba lejos de las miradas de los transeúntes. Si estaba al aire libre, oraba incluso bajo la lluvia. Su primera hora siempre la dedicaba al creador Kitchi Manito.

Le encantaba trabajar con los ojibwe, pues aprendían con facilidad y aplicaban sus enseñanzas. Comentó que esto a veces difería de las iglesias que conocía en Europa, donde, si bien algunos asistían a misa y las iglesias estaban muy bien adornadas, quienes iban no vivían el evangelio con la misma naturalidad y entrega que los ojibwe. Mencionó que las pequeñas iglesias construidas por los ojibwe, aunque no fueran muy vistosas, eran las estructuras más hermosas que había visto, pues sabía que las construían con el corazón. Para el padre Baraga, presenciar esto era una inmensa alegría.


El padre Baraga era diferente de los demás misioneros que trabajaban entre los nativos.

Se pueden establecer diferencias notables entre muchos de los misioneros que trabajaron con los pueblos nativos y la forma en que el Padre Baraga lo hizo. Se cuenta que algunos misioneros que llegaron a trabajar con el pueblo Lakota les inculcaron a sus hijos que incluso la manera en que los nativos cargaban a sus hijos a la espalda era incorrecta. Si veían a un niño haciendo precisamente eso, lo reprendían. El mundo nativo no era aceptado y, para aprender el cristianismo, un nativo tenía que renunciar a toda su cultura. El Padre Baraga era diferente.

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Cruz del padre Baraga para su iglesia en la isla Madeline - Cortesía del Museo de la Isla Madeline

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El padre Baraga aprendió la lengua ojibwe y deseaba que todos los misioneros que trabajaban con los ojibwe también la aprendieran. El padre Baraga animó a los nativos a permanecer con sus familias. Asimismo, les ayudó a conservar sus costumbres culturales e incorporar el evangelio y la cultura europea solo de manera que contribuyera a su mayor bienestar. Incluso en la impresión de sus libros de oraciones, estos se denominaban libro de oraciones «Otawa» o libro de oraciones «Otchipwe». El evangelio era responsabilidad suya, así que debían cuidarlo y difundirlo. Solo en 1846, cuando surgió la necesidad imperiosa de demostrar que los ojibwe eran cristianos, el padre Baraga cambió el título del libro a libro de oraciones «Katolic».

El padre Baraga no impedía a los ojibwe recolectar arroz silvestre, jarabe de arce ni otros productos, sino que les pedía que llevaran consigo el Evangelio y lo vivieran en su día a día. Una de sus mayores alegrías era que, tras viajar para recolectar el azúcar, algunos ojibwe regresaban los domingos y asistían a misa. No había mayor gozo para él que verlos llegar el día del sábado.

Mi principal ejemplo siempre se encuentra en esta cruz que mandó hacer para su iglesia en la Isla Madeline. En el centro de cada cruz había un círculo, y en cada dirección se añadían dos espinas. Para el cristiano, esto representa la corona de espinas que Cristo llevó. Para el nativo, representa la rueda medicinal, con cada dirección honrada con dos espinas. Así, incluso en esta cruz se puede apreciar la preservación de sus tradiciones.

Esta cruz también se puede encontrar en el cementerio de la isla Madeline. Allí, a los ojibwe no se les pidió que abandonaran la tradición de construir sus casas sobre las tumbas de sus seres queridos, sino que simplemente añadieron una cruz sobre la casa para aquellos ojibwe que decidieron convertirse al cristianismo.

La rueda medicinal ojibwe


El padre Baraga enseñó la paz

 

El padre Baraga comprendía los desafíos que enfrentaban los ojibwe. El alcohol aumentaba la propensión de los ojibwe a hacerse daño entre sí. Tras experimentar personalmente este desafío con los ojibwe en una de sus primeras misiones y presenciar el daño que el alcohol se infligía mutuamente, el padre Baraga juró renunciar a él. En todas sus misiones, se esperaba que los ojibwe se abstuvieran de participar en el "ishkotewabo". Firmaban compromisos de abstinencia y se esperaba que estuvieran sobrios incluso antes de que el padre Baraga trabajara con ellos, quien se negaba a trabajar con nadie bajo los efectos del alcohol. Como resultado, los ojibwe comenzaron a tomar precauciones adicionales para garantizar que el ishkotewabo no se encontrara en sus territorios. En la isla Madeline, cuando el padre Baraga trabajaba allí, los ojibwe prohibieron por completo la entrada de alcohol a la isla para asegurarse de no consumirlo.

 

En aquella época, los ojibwe seguían en guerra con los dakota. El padre Baraga observó que cuando una tribu mataba o hería a otra, se hacía un juramento de venganza. Esto resultaba en la muerte o heridas del agresor. Luego, se hacía otro juramento de venganza, alimentando así las batallas entre las tribus. El padre Baraga utilizaba entonces el evangelio para enseñar el perdón e inculcar la paz entre las demás tribus y dentro de la suya propia. Los ojibwe, al convertirse al cristianismo, juraban vivir una vida diferente, sin dañar a sus hermanos y hermanas, sin importar a qué tribu pertenecieran.


El padre Baraga ayudó a los ojibwe a conservar sus tierras en un momento en que esto parecía imposible.

Además, el padre Baraga hizo todo lo posible para ayudarlos a permanecer en sus tierras. Utilizando los recursos a los que tenía acceso a través de la iglesia, compraba terrenos para sus misiones. Cuando era seguro hacerlo, donaba estas tierras a los ojibwe. De esta manera, incluso cuando el gobierno deseaba que los ojibwe se reubicaran, seguían teniendo derechos legales sobre ciertas tierras. El gobierno, por lo tanto, no tenía ningún derecho a reubicarlos. Gran parte de la reserva de L'Anse se debe en parte a las tierras que el padre Baraga logró obtener para los ojibwe.

Convencer a los ojibwe de que permanecieran en sus tierras fue una tarea ardua, ya que la Ley de Traslado Forzoso de los Indios, una ley del Congreso, los obligaba a ser reubicados en las regiones al oeste del Misisipi. El gobierno se mostraba reacio a ayudar al padre Baraga de cualquier manera. Si bien existían tratados que estipulaban que los ojibwe recibirían ciertos bienes para facilitar su desarrollo y subsistencia en un territorio determinado, en la práctica, estos bienes no se entregaban al padre Baraga. A pesar de las dificultades, los ojibwe terminaban colaborando con el padre Baraga, ayudándolo a construir refugios, granjas, etc., para poder vivir de forma independiente en el mundo europeo que se avecinaba. El padre Baraga no recibió fondos a través de ninguno de los tratados, aunque los comerciantes de pieles y otros recibieron grandes sumas de dinero. El padre Baraga solía obtener este dinero para sus misiones viajando a Europa para solicitar financiación a la población. Este dinero se entregó a la iglesia, pero incluso entonces, al padre Baraga le costaba a veces recibirlo. Solo gracias a los pagarés de otras personas pudo obtenerlo.


El padre Baraga se preocupaba de verdad

 

Si crees que sus numerosas misiones y obstáculos convirtieron al Padre Baraga en un hombre de carácter duro, te equivocas. El Padre Baraga tenía un corazón increíblemente sensible. Era conocido por predicar desde el púlpito y, cuando algo le conmovía profundamente, lloraba. Incluso hubo una ocasión en que, al hablar de Cristo, se sintió tan conmovido que tuvo que abandonar el púlpito y no pudo regresar.

 

Si uno desea comprender la conexión entre el Padre Baraga y su sensibilidad, y cómo esta se vincula con la cultura Ojibwe, basta con consultar su diccionario, bajo la palabra "corazón". Allí se pueden apreciar las diversas definiciones de corazón en la cultura Ojibwe, así como el mensaje que el Padre Baraga deseaba transmitir a los misioneros que llevó al extranjero. El diccionario ocupa casi dos columnas completas e incluye descripciones como: "Tengo un buen corazón, tengo un corazón grande, mi corazón es así, mi corazón está afligido (triste), de todo corazón, mi corazón está cansado de la tristeza y el dolor, me invade el corazón". No existe mejor ejemplo que contraste la forma de vida de los Ojibwe con la de los europeos, más centrada en la lógica y con menor énfasis en la sensibilidad. El Padre Baraga comprendía el verdadero significado del cuidado, y por ello su sensibilidad se integró fácilmente con la cultura Ojibwe.

 

El padre Baraga también comprendió que, para ganarse la confianza de los ojibwe, era necesario tratar a los niños con el mayor respeto y cariño. Cuando llegó a su misión en L'Anse, al principio fue recibido con desconfianza. Entonces se dedicó a cuidar de los niños ojibwe. A veces se quedaba despierto con ellos durante horas, cantando himnos del evangelio en ojibwe. Solo cuando todos los niños dormían, él podía descansar. Cuando los ojibwe vieron que era alguien digno de confianza, solo desearon ayudar al padre Baraga, y pronto su misión se expandió. Siempre pienso que, para que este misionero bautizara a más de mil personas y que estas le trajeran a sus hijos para que también fueran bautizados, era necesario dar ejemplo de una atención y preocupación extraordinarias por cada persona y su familia. Los ojibwe, deseosos de comprender las intenciones y motivaciones de las personas, solo le confiarían estas tareas si tuvieran la plena certeza de que eran dignos de confianza. En definitiva, las cifras demuestran su gran compasión.


El padre Baraga es un santo para todos los cristianos.

 

Cuando el padre Baraga tuvo que crear palabras para que los ojibwe comprendieran sus enseñanzas, no les enseñó la terminología católica tradicional, sino que les explicó los principios fundamentales de cada término. El altar se conocía como la mesa de oración, el rosario como cuentas de oración (o pequeñas bolas redondas), y el domingo como el día de oración. Todo lo que enseñaba giraba en torno a la oración y la conexión individual con Dios. Algunas palabras requerían definiciones alternativas. Entre ellas se encontraban el Catecismo, llamado "Kateshim"; la Eucaristía, "Eukaristiwin"; católico, "Katolik"; y justo debajo de esta palabra, aclaraba que un cristiano católico se llamaba "Katolik Enamiad".

In order for one to be considered a Saint according to the Catholic Church one needs to have lived a virtuous life and have helped many people understand the gospel of Christ.  There is no more clear-cut example of a person that not only had a reputation for good amongst the Ojibwe but also was a person that helped to bring forward the light and the beauty of the gospel of Jesus Christ.  In this Father Baraga is deserving of the title that is offered to those who have had a reputation for such good in the world.  That title is called "Kitchitwa" or Saint.  

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